domingo, 7 de diciembre de 2014

RECUERDOS DE ALMENAR


Este relato en realidad no es mío, es prestado.
Lo he cogido de la mente y de los recuerdos de mi abuelo, yo solo le cedo mis manos y mis letras para traer del maldito olvido a la persona que un día fue.
La edad juega a veces malas pasadas, otras veces  te permite rejuvenecer,este es su caso muchos días.
Incapaz de recordar lo que ha comido hoy o quien somos algunos de sus nietos, le regala la posibilidad de revivir su juventud y madurez en Almenar.
En cuanto nos despistamos intenta escaparse para ir al juego pelota a ver a  los hombres  jugar, para irse a la sociedad a echar la partida con su buen amigo Paco Garcés o la Plaza los toros a ver a las mujeres jugar a los bolos delante de la casa del Jesús y  la Cresencia.
Sus manos no están cansadas aunque su mente si, por eso insiste e insiste,  a pesar de sus 92 años, en bajar a su huerto, que como el dice "parece que  no tiene dueño" y por el camino pararse a charlar con el Santiago y saludar al Carmelo y de vuelta sentarse a la sombra de un árbol, en el banco de las  escuelas, con el Moreno y el Maján a ver los coches pasar.
Difícil hacerle entender que muchos de ellos ya no están entre nosotros, por que su mente anclada en el pasado, le hace creer que estuvo con ellos ayer.
Siempre nos pregunta de quién son esos chicos, por que en Almenar, como en todos los pueblos, todos somos de alguien, somos del Adolfo o de la Blanquita o del Barbero, o Cucalón, o de los vascos...
Algunas tardes de verano, cuando el sol se pone por la Ermita, nos hace acompañarle por la calle Real a ver las casas que están abiertas y con su lento caminar el trayecto se  convierte en un peregrinaje en el que una descubre que todos los escudos de las casas son muy parecidos, casi iguales
En el paseo hasta el castillo le repito una y otra vez que ya no hay hombres jugando a la pelota, que casi todos los de su generación ya no están entre   nosotros, que no queda mucha gente echando la partida...que hace mas de  40 años que ya no ayuda a matar cochinos a mi bisabuelo Doroteo ni pasa  un riachuelo por delante del matadero al lado de las piscinas.
Eso si, cada vez que bajamos al lavadero las mujeres, sentadas al fresco en un banco, le saludan como si no le hubieran visto ayer, y nos acercamos ala vieja noguera que hay en la esquina del campo de fútbol a cuyos pies mi bisabuelo preparaba patatas asadas a mi madre cuando volvían de la remolacha.
Con sus relatos ha grabado en mi mente sus recuerdos de Almenar para que no olvidemos a sus gentes, sus calles, sus sitios, su esencia. 

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